El don de la vida para millones de mujeres en el mundo es un estigma. Aun antes de nacer ya están sometidas a riesgos y maltratos indecibles. Al extremo de negárseles ver la luz en caso de ser conocido el sexo femenino del nonato.
En regiones de Asia, África y Latinoamérica, tienen menos valor que los animales de carga. Un refrán africano dice: “Trata mejor a tu camello que a tu mujer”. En Europa y Estados Unidos han sido denunciados casos de discriminación laboral por el sexo, lo que incluye puestos de trabajo desfavorecidos y salarios más bajos con respecto a los hombres.
La pobreza es una vil aliada. Los roles del varón y de la hembra dentro de las familias, son llevados a extremos aberrantes. Muchas veces para los padres es una maldición de los dioses el nacimiento de una niña, especialmente si es la primogénita.
Una reciente noticia daba crédito de un padre y un tío en Pilkhua, estado de Uttar Pradesh, India, quienes con el consentimiento de la madre quemaron en un rito tántrico, a una bebita de dos meses de nacida, para propiciar que el próximo hijo de la pareja fuera varón y naciera saludable.
La mujer vista como ciudadano de segunda categoría o como objeto de cambio o sexual, entre tantísimos conceptos discriminatorios arraigados en las culturas de los pueblos, conforman el caldo de cultivo ideal para que ellas sean lanzadas en manos de las mafias nacionales e internacionales, que las convierten en lucrativas máquinas de hacer dinero mediante la prostitución y la pornografía.
EL PEQUEÑO PAÍS DE LA COSTA OCCIDENTAL AFRICANA, FUE MI DESTINO ESTE VERANO, Y ME ENCONTRÉ CON UNA NACIÓN VIBRANTE Y LLENA DE CONTRASTES. Visitar África no era mi prioridad, otros destinos suelen serme más tentadores y estar más relacionados con mis intereses de conocimiento. Pero sin proponérmelo, el 2025 ha devenido el año de la familia. Primero visité a los míos en Cuba, en abril. Un viaje amargo por las infaustas condiciones que se viven allá. Ni la alegría de compartir con mi anciana madre y demás miembros del clan que permanecen en la Isla, logró espantar la depresión feroz que me atacó y me hizo sentir interminables las dos semanas entre ellos. La oscuridad cubana es más espiritual que física. Ese es el gran éxito de la dictadura: hundir al país en una noche profunda e indescriptiblemente agobiante. Y parte de ello es la consciente división de las familias: nos echaron fuera. Los cubanos andamos dispersos por todos lados. Y a Gambia, el primer país africano que visito, me l...
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