Una Esquina de Francia

DE FRANCIA SOLO VISITAMOS DOS PEQUEÑAS CIUDADES LIMÍTROFES CON SUIZA: VÉTRAZ-MONTHOUX Y YVOIRE, ESTA ÚLTIMA CONTADA ENTRE LAS MÁS BELLAS DEL PAÍS GALO.
Decir que fuimos a Francia lo siento como un eufemismo. Pero en verdad sí tuvimos la dicha de estar en dos pequeñas localidades del país galo. Mientras visitábamos Ginebra, el lugar de dormir fue un hermoso chalet de madera, alquilado a través de la aplicación Airbnb, en Vétraz-Monthoux, en la región de Auvergne-Rhone-Alpes, en la frontera con Suiza, a menos de seis horas por carretera de París.
Por las mañanas salíamos a una parada cercana y tomábamos un autobús que teníamos que pagar en euros (en Francia se usa la moneda común europea; sin embargo, en Suiza es menester usar el franco), hasta un sitio no lejano de la estación del tranvía. En él atravesábamos la frontera con Suiza y seguíamos hasta el centro de Ginebra. Estas son fronteras abiertas, de esas que a cada lado de la calle es un país diferente. Solo en una oportunidad policías guardafronteras subieron a revisar los pasaportes e identificaciones.
Cuando despertaba, disfrutaba el sol saliendo de detrás de Los Alpes, que majestuosos reinan en esa geografía. No recorrí mucho esta pequeña ciudad. Solo un día fui a un centro comercial del barrio a comprar pan, queso y huevos para el desayuno. Me habían dado muy mala referencia de los franceses e iba con temor. Supuestamente estos rechazan que les hablen en otro idioma que no sea el suyo y que, incluso, son capaces de no ofrecer su servicio. En cambio, cuando las mujeres que atendían la tienda nos escucharon hablar en español, nos hablaron en nuestro idioma muy amablemente.
La vida en Francia es menos costosa que en Suiza. Por ese motivo, me comentaron, muchas personas trabajan en Ginebra, pero viven del lado francés de la frontera. Especialmente los emigrados latinoamericanos, africanos y asiáticos suelen hacerlo. Es una forma inteligente de ahorrar dinero. También me da por pensar que la vida es menos metódica entre los franceses, aunque sigue siendo apacible y silenciosa. A lo mejor es el espíritu de Los Alpes.
Igualmente visitamos en Francia la ciudad medieval de Yvoire, al otro lado del Lago Lemán, partiendo desde Ginebra. Un lugar turístico, de casas y calles de piedra que seduce a la primera vista. Es uno de esos sitios idílicos donde nos gustaría vivir. Se puede llegar por tierra o por agua. Nosotros escogimos hacer la travesía en un barco con banderas suiza y francesa. El tour lo compramos en una de las agencias ginebrinas asentadas a la orilla del lago. Fue hermoso, no encuentro otro adjetivo. Las vistas a ambos lados son un regalo de Dios a la sensibilidad humana.
Yvoire existe desde mucho antes de la llegada de Colón a América. Denominado “la joya del lago”, tiene más de siete siglos de existencia y está clasificado entre los pueblos más bellos de Francia. Como toda ciudad medieval tiene una iglesia y un castillo con altos e invulnerables muros, que no sabemos con qué tecnología fueron hechos. Su vida gira alrededor del lago y se alimenta del turismo. Muchas tiendas y restaurantes invitan al visitante, quien es seducido, asimismo, por los coloridos jardines. Me pregunto si los antiguos habitantes del lugar tendrían algún motivo de estrés. Vivir entre Los Alpes y el Lemán, es habitar a las puertas del Paraíso.
Nuestro próximo destino fue Roma, desde donde regresamos a casa.
(CONTINUARÁ)

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