Señales de humo
En su mensaje de esta noche, el pastor de la iglesia a la que pertenezco usó una anécdota que me gustó mucho. No quise preguntarle de dónde la extrajo, ni si está basada en hechos reales o es una invención. Lo importante es la forma en que ilustra la originalidad divina para favorecernos, aun cuando a nosotros nos parezca que de mal pasamos a peor.
Se trata de un hombre solitario en una isla después de un naufragio, al estilo del famoso Robinson Crusoe, con su choza como posesión más importante y que un día supuestamente aciago se le incendia. Deprimido y sin recursos, renegando del Señor por haber permitido aquello, termina vencido por el sueño en la playa. Al despertar visualiza con perplejidad un barco anclado a la entrada de la bahía y un bote que se acerca al sitio donde se encontraba.
Ya a buen recaudo en el navío, interpela al capitán sobre la manera en que pudo dar con él. La respuesta del marinero no se hizo esperar: “Cuando vi sus señales de humo, supe que necesitaba ayuda…”
Se trata de un hombre solitario en una isla después de un naufragio, al estilo del famoso Robinson Crusoe, con su choza como posesión más importante y que un día supuestamente aciago se le incendia. Deprimido y sin recursos, renegando del Señor por haber permitido aquello, termina vencido por el sueño en la playa. Al despertar visualiza con perplejidad un barco anclado a la entrada de la bahía y un bote que se acerca al sitio donde se encontraba.
Ya a buen recaudo en el navío, interpela al capitán sobre la manera en que pudo dar con él. La respuesta del marinero no se hizo esperar: “Cuando vi sus señales de humo, supe que necesitaba ayuda…”
Comentarios
Publicar un comentario