Saludo a la vida (2da. Parte)

La primera parte de esta nota fue escrita hace 20 años, cuando trabajaba como reportero en el semanario La Demajagua, de la provincia de Granma, Cuba. Jamás pensé retomar el tema, aunque siempre lo he recordado. Sin embargo, recientemente un apreciado amigo de esa época y de hoy me hizo llegar una fotografía del recorte del periódico con el breve comentario, que desde entonces guarda celosamente en su Biblia. De modo que no se trata de un auto reconocimiento y mucho menos de un acto de vanidad, es una muestra de agradecimiento al doctor bayamés Yendi Arturo Rodríguez, quien continúa ejerciendo la medicina en Namibia, su país de acogida.
Realmente fue una gratísima sorpresa saber que él atesora mi publicación por dos décadas dentro del Libro Sagrado, nada más y nada menos. Y me da por pensar que debe ser de los pocos rastros que sobreviven de mi labor periodística de más de 10 años en aquel medio. En una oportunidad, conversando con una especialista veterana de la Biblioteca 1868, de Bayamo, supe que la colección de La Demajagua de la hemeroteca de la institución, estaba en peligro de desaparecer en poco tiempo, no solo por no contar con las condiciones más idóneas de conservación, sino en especial por la acidez del papel usado en la impresión.
“Saludo a la vida” versa sobre la impactante fotografía del estadounidense Michael Clancy, quien en 1999 logró captar la mano de un nonato sujetando el dedo de un cirujano, en medio de una complicada y revolucionaria intervención realizada en el Vanderbilt University Hospital, Nashville, Tennessee. Los protagonistas fueron Samuel Alexander Armas, que en ese momento era un feto de 21 semanas, su madre Julie, y el doctor Joseph Bruner, quien junto con el doctor Noel Tulipan y un equipo altamente especializado, efectuaba una delicada operación de espina bífida en la criatura que nacería meses después, el 2 de diciembre. Julie y Alex, los padres, se sometieron a varios tratamientos de fertilidad antes de concebir a Samuel Alexander, a quien le fue detectada la malformación a las 14 semanas de gestación. Dos opciones tenían delante de ellos: el aborto o permitir el nacimiento de un niño que estaría condenado de por vida a una severa invalidez. Sustentados en su fe cristiana, sin perder la esperanza, se dieron a la tarea de buscar una mejor alternativa, hasta que tuvieron conocimiento del trabajo del equipo quirúrgico liderado por Bruner y Tulipan, quienes habían desarrollado una técnica para operar a mitad de embarazo fetos con ciertos defectos congénitos. La cirugía practicada a Julie y Samuel Alexander fue la número 54 del equipo y resultó absolutamente exitosa. La misma consistió en abrir el útero, extraer el líquido amniótico, practicar la operación al feto con instrumentos minúsculos, y luego devolverlo a la cavidad uterina. Hoy día, camino de los 21 años, el joven Armas es estudiante de la Auburn University, Alabama, donde forma parte de los Tigers, el equipo de básquetbol en silla de ruedas de dicha escuela, deporte que practica desde que estaba en secundaria.
Michael Clancy estaba en el salón de operaciones en calidad de fotorreportero. Tenía la orientación de no moverse mucho ni hacer ningún tipo de ruido. No obstante, el obturador de su cámara no cesaba de funcionar. En un momento determinado, luego de que el doctor Bruner abrió el útero de Julie Armas, ocurrió el milagro visto por pocos en el recinto y captado por el hábil fotógrafo que de inmediato saltó a la fama. Según él, el feto sacó su diminuto brazo del vientre materno y asió el dedo del cirujano, tal y como lo muestra la imagen. Tiempo después el galeno arguyó que eso era imposible, en tanto la madre y el bebé estaban bajo los efectos de la anestesia. No obstante, la evidencia habla por sí sola. Pero ese no fue el único debate al que estuvo sometida la fotografía: movimientos pro vida la tomaron como bandera en su lucha contra el aborto, en tanto deviene la fehaciente demostración de que desde el instante mismo de la concepción somos seres vivos y que, por ende, es un crimen aun cuando se trate de un embrión.
La fotografía y la información sobre ella, llegaron a mis manos a través del Centro de Información y Gestión Tecnológica (CIGET) del Ministerio de Ciencias, en Bayamo. Quizá fue el amigo René Páez, especialista de allí y cercano colaborador, quien me puso sobre aviso y me las proporcionó. Tiempo después de la publicación supe que la colega y amiga Iris Neysi Hernández, del periódico 26, de Las Tunas, había realizado un escrito similar. Abundantes datos sobre este tema y sobre Samuel Alexander Armas pueden ser encontrados en Internet, de donde tomé las imágenes que ilustran este escrito.

Comentarios

  1. Amigo Carlos. UN saludo desde Bayamo. Realmente yo tampoco recuerdo si te facilité la información. Pero debo decirte que me siento honrado por haber trabajado con periodistas buenas personas e inteligentes que han procurado poner la ciencia en lengua común pero sin perder su toque esencialmente humano. Y no creas que si se recuerdan tus artículos y comentarios de entonces. Yo de manera especial considero a tu trabajo sobre el fomento de un bosque de marañones en la localidad de Peralejo. De hecho te pedí autorización para usar parte de tu artículo a fin de redactar un guión para el programa de la TV local que desde entonces hasta la fecha escribo con placer y compromiso. Incluso aún hoy en esa localidad unos colegas del Ministerio de Educación realizan cada año un evento que nombran el Festival del Marañón. Así que la obra del señor Alemán, de Narciso, entonces investigador del Instituto Jorge Dimitrov (entidad que este año cumple sus 40) y los maestros de la escuelita rural persiste y sobrevive gracias a que otros conocieron de ella a través de tu escrito. Las buenas acciones quedan en la memoria, al menos de los agradecidos. Un abrazo y que la vida te sea propicia y llena d e bendiciones.

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    1. Gracias, hermano. Me alegro de que permanezcas. Ese trabajo con Narciso sobre el marañón, me gustó mucho y me ayudó a aprender cosas que desconocía. Un abrazo. Cuídate.

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