El Julio que todos llevamos dentro
Recientemente tuve el honor de participar en la presentación en línea de ‘La O recóndita’, libro del escritor cubano y amigo, Julio Antonio Molinete, publicado por la editorial peruana Sol Negro. Además del autor y yo, también participaron el Dr. Paul Guillén, editor del volumen, y mi querida amiga Martha María Montejo, la otra presentadora. Las siguientes fueron mis palabras:
Leer 'La O recóndita' me ha transportado, como máquina del tiempo, unos 30 años atrás, a la Cuba natal, a la ciudad de provincia donde vivíamos, Bayamo. Éramos bastante jóvenes, recién salidos de la universidad, llenos de sueños y proyectos, con ánimos de impactar la vida de la pequeña urbe tan ligada a la historia y a la cultura cubanas.
Y había un joven escritor que llegaba de vez en cuando de Manzanillo, ciudad vecina, y que todos recibíamos con mucha alegría, pues era como un soplo de paz y delicadeza en medio de nuestra febril actividad. Era Julio, quien igualmente hacía sus pininos literarios y venía a compartirlos con nosotros. Pero él siempre aparecía introspectivo y dulce, con palabras suaves y sosegadas, cual rara avis que partía y demoraba en regresar.
Recuerdo esto, porque al leer el libro que hoy presentamos, me pregunto cuánto de lo que descubro en estas páginas ya estaba cociéndose dentro del hombre y autor que es Molinete actualmente. ¿Era su introspección un escudo para ocultar la persecución de las hormigas desde la cuna? ¿O era, ni más ni menos, la escultura hecha por los insectos que tempranamente descubrieron lo que vendría a ser si no y sufrimiento del futuro adulto?
Aunque podríamos clasificar esta obra en el género de 'No Ficción Creativa', yo preferiría ponerle el ribete de novela o de autobiografía. Una novela que no sigue los cánones a los cuales estamos acostumbrados, pero que sí contiene una narración con personajes, contextos y situaciones muy bien definidos. O una autobiografía donde el autor devela su verdadera personalidad obsesionada por las experiencias que le han tocado vivir. O una angustiosa novela autobiográfica.
Y de hecho, ya he dicho dos palabras que para mí son medulares a la hora de la comprensión de La O infinita: obsesión y angustia. Solo una persona obsesionada y meticulosa es capaz de convertir en literatura su historia clínica, documentar el proceso de la enfermedad y buscar una liberación o catarsis en ese acto. Si logró o no desprenderse de esa tenaza, solo el escritor lo sabe y no voy a pedirle que lo confirme o lo niegue. Es mejor que quede en ese punto donde el lector sea quien encuentre el final a su forma o conforme a su interpretación.
Pero obsesión también con el idioma que imparte como maestro de español avanzado. Obsesión con las fórmulas químicas de los medicamentos, que aparecen a modo de ilustración en el libro. Obsesión con el caótico panorama que nos trajo el COVID-19, y sembró de muerte las familias y vecindades.
Y angustia, porque si algo consigue muy bien Molinete en este libro, es comunicar la congoja de un hombre que lucha contra la diabetes, una enfermedad que ya es considerada pandemia mundial. Hay un pasaje en el libro para mí devastador, que muy bien podría ilustrar eso, aunque no es el único, pues el volumen todo es angustioso. Pero hablo, específicamente, del que aparece en la página 32 con el título “tercera dosis”.
En esa parte Julio va contando los efectos de los medicamentos que el doctor Dalí (usa nombre de pintores famosos para denominar a los galenos que lo atendieron) le ha prescrito, y luego de la tercera dosis sufre una experiencia, repito, devastadora: maneja de regreso a su casa después del trabajo, y sin saber cómo llegó a un lugar a más de una hora de distancia de su destino. Completamente perdido, completamente desorientado, completamente como un niño inocente que ha extraviado la brújula de su madre.
Y hay otro pasaje que igualmente angustió mi corazón sobremanera. Este aparece en la página 75 bajo el título “té de caña santa”, donde el escritor cuenta la reacción de la vecina al verlo en el balcón, en esos días oscuros del COVID. Esos días en que fuimos encerrados, aislados, intimidados, enajenados. El protagonista saluda a la mujer que barría su espacio, refugiada en la soledad y el silencio. La reacción de ella es de pánico y huye al interior de su apartamento. ¿Quién no vivió un incidente similar en esa dolorosa época?
La presencia de la madre es importante en el libro, como lo es en la vida misma de Molinete. Ese “personaje”, pienso, es clave para comprender por qué el protagonista, es decir el autor, decidió liberarse a través de estas páginas. Él quiere ocultarle todo, pero de alguna manera ella está enterada y vive junto al hijo el desasosiego de un mal que repta en la sangre familiar desde épocas ancestrales.
“Madre. Siempre. MADRE. Habla conmigo. Y. Con. La vecina plantera. La del 408. Y. Con las plantas de su balcón. Habla de. Hablaba con. Los 37. De. La necesidad de movimiento. Ese apetito de espacio. De la. Ley. Terrible. De inmovilidad. Absoluta. Del tronco paterno. Patrio. Enemigo de la semilla. De ese tronco. Patriarcal. De los árboles. Incapaz de. Cambiar de sitio. Condenados a matar de hambre o a ahogar a sus vástagos. Por eso el afán de Madre en. Echarles agua. Pasarles la mano. Oler sus. Besar sus. Hojas. Y. Flores. Ponerles música. Por eso el afán de Madre en. Regalar. Caña santa. Mejorana. Nomeolvides. Moringa. Semillas. Para sacudir el yugo y conquistar el espacio. Para. Plantar a sus hijos. Al margen del camino. Lejos de. Los pájaros. Los cerdos salvajes. Lejos de. Las espinas. Los pedregales. Para. Plantar las semillas. En. Tierra fértil. Buena. Para que no germinen en la miseria.”
Aunque conozco varios de los libros de Molinete, como ‘La piedad se llama Dalila’, su primer poemario publicado y del que escribí a finales de los años 90, pienso que este es su volumen más desgarrador y autobiográfico, el cual marca una etapa de madurez. En él descubrimos no solamente al Julio autor-narrador-personaje, sino también al Julio que llevamos dentro, pues de alguna manera todos cargamos obsesiones y angustias, dolores y desvelos. Algunos los ocultamos, otros los escriben o los cantan o los hacen arte o los hacen lágrimas.
‘La O recóndita’ es un homenaje a las personas que sufren diabetes. Fue publicado deliberadamente en un formato como de revista por la editorial peruana Sol Negro, para que llamase la atención en los estantes de las librerías y bibliotecas, según su editor el Dr. Paul Guillén, y puede ser adquirido en Amazon.com.


Comentarios
Publicar un comentario