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LA RUTA DEL ENCUENTRO

LA PRIMERA EDICIÓN DE ESTA NOVELA, PUEDE SER ADQUIRIDA EN VARIAS PLATAFORMAS EN INTERNET, COMO AMAZON
El 2023 fue un año exitoso para Ana Díaz, escritora cubana radicada en España. A pesar de los rigores que impone establecerse en el extranjero y comenzar prácticamente de cero, le acontecieron cosas muy trascendentes: logró reunir a su familia en Madrid, inició proyectos importantes y publicó libros. En cuanto a esto último, se destaca la salida de la primera edición de “La Ruta del Encuentro”, novela para adolescentes y jóvenes, con el sello de Platero CoolBooks (Sevilla). Ana es una autora incansable y multifacética. Se mueve al unísono y con mucha facilidad, por varias ramas creativas: la actuación y la dramaturgia; la pintura, la escultura y la ilustración; la narrativa y la poesía. Y eso no es de ahora. No se vaya a pensar que hace malabares para sobrevivir en el país que la ha cobijado. Es de toda la vida. En Cuba es conocida por su trabajo en la radio, en el teatro para niños (dirigió el guiñol de Las Tunas por muchos años, donde montó obras de su autoría, que gozaron de la aprobación del público y fueron premiadas nacionalmente), y en el mundo de la literatura. "La Ruta del Encuentro", es una muestra de todos sus dones: primero fue una obra teatral que llegó a representarse y ganó concursos, luego se convirtió en una novela marcada por un intenso lirismo, y a la hora de ser publicada la ilustró con primor. De modo que al leerla no solo nos adentramos a un mundo pletórico de una fantasía poética, con guiños al humor, el suspenso y lo policial; sino que también nos zambullimos en el corazón de una artista de altos quilates, para quien la creación es el pan de cada día.
La historia contenida en este volumen puede tener como escenario cualquier rincón del universo donde haya niños con padres modernos y abuelitas a la antigua; donde haya personas dispuestas a hacer el mal y, su contraparte, los dispuestos a enfrentarlos con las banderas del bien; donde los seres se transformen, precisamente, por su alma enlazada con lo bueno o con lo malo; donde los animales hablen y se comporten como personas; donde haya casas con personalidad propia, ríos que se metamorfoseen por la fuerza de conjuros mágicos, y bosques que más que cientos de árboles, sean entes vivos que interactúen con quienes los habitan. La mente adulta se resiste a aceptar muchas de esas cosas, pero no la infantil o la juvenil, más dadas a lo fantasioso y onírico. Y por muy irreal que parezca, contado por Ana adquiere visos tangibles. Así de bien narrada y engarzada es la trama, que luego de contiendas, preocupaciones y aparentes frustraciones, lleva a la victoria del bien sobre el mal. Porque, a pesar de que con frecuencia no seamos capaces de verlo, la luz siempre se impone sobre la oscuridad. Nelson, el protagonista, es un chico valiente, movido por el amor y la lealtad. Él es uno más en la ciudad, pero alguien especial cuando visita a su abuelita Lelé, quien vive en una hermosa casa rodeada de un bello jardín, en el lindero de un fantástico bosque, no demasiado lejos de un pequeño pueblo donde ocurren cosas asombrosas. Pero antes de llegar a la casa de la anciana, desde la primera página del libro, el niño comienza a vivir hechos inusuales y preocupantes, situaciones que no se detienen hasta el mismo final. Y esa es una de las virtudes de la novela: Ana no pierde el tiempo haciendo largos preámbulos, sino que desde la palabra inicial atrapa al lector, lo hace llorar, temer y reír junto con los personajes, hasta la despedida. Cuando en una obra para niños y jóvenes encontramos un bosque y una abuelita, no podemos dejar de pensar en la afamada Caperucita Roja de Perrault, con la que crecimos y permanece en nuestro imaginario. Pero nada que ver. La abuelita y el bosque de Ana no son personajes pasivos o decoración de fondo, sino activos co-protagonistas que colaboran con el desarrollo y desenlace del conflicto, tanto como Nelson y los otros participantes. Aparte de que es válido valerse de temas clásicos para crear nuevas historias. A fin de cuentas, como afirmara el sabio Salomón, nada nuevo hay bajo el sol. Como dije al inicio, la novela fue ilustrada por la misma escritora, quien se valió del arte digital para recrear visualmente a sus personajes. Anteriormente lo había hecho de una manera más tradicional, sobre cartulina, pero esos originales quedaron en Cuba. Esto añade valor a una obra que desde ya debe inscribirse en el catálogo de lo mejor de la literatura para niños y jóvenes en lengua española. Y mis palabras podrán sonar emocionales y aduladoras, pero la única manera de saber si estoy en lo cierto o no, es leyéndola. Por lo pronto puede ser adquirida por Internet y en unas cuantas librerías del país ibérico. La invitación-reto está hecha.
Al final deseo hacer una anécdota. Conocí en persona a Ana Díaz el verano pasado, en Madrid. Junto con su esposo, el también escritor Rafael Vilches, mi amigo desde hace unos 30 años, fue mi anfitriona y guía en una urbe que visitaba por primera vez y que me deslumbraba a cada paso. En esos ires y venires por la ciudad, en repetidas ocasiones nos sentábamos a descansar en parques o en mesas de restaurantes situadas en las aceras y plazas. Y en esos lugares, sin pérdida de tiempo, ella abría en su teléfono el documento con “La Ruta…” y me leía un capítulo. Debo confesar que en su voz y con su maestría para imitar otras voces, me sonaba genial, opinión que mantengo y sostengo. A mi regreso a Kansas City, llegó la noticia de que habían aceptado la novela para su publicación. Entonces ella me pidió que le hiciera una lectura antes de entregar la versión final, y al mismo tiempo comenzó a compartirme las ilustraciones que iba creando. Con sinceridad, estoy muy agradecido por su confianza y por el privilegio de darme a conocer en su génesis, un libro que, sin dudas, la hará una escritora recordada por las generaciones venideras.
Kansas City, 11 de febrero de 2024.

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