Estupor

Con estupor leí la noticia difundida esta semana, donde se decía de una encuesta -de las tantas que continuamente se realizan en este país-, según la cual el presidente Barack Obama, es más popular entre los norteamericanos que Jesucristo. Realizada por HarrisInteractive, entre dos mil 634 adultos, cuando se les solicitó un listado en orden descendente de sus héroes, estos relegaron a un segundo plano al Hijo de Dios para citar en primer lugar al mandatario estrenado el pasado 20 de enero.
Más allá de la popularidad ascendente del afro que cambió la historia al ocupar un sitio reservado hasta hace poco solo para individuos de la raza blanca, el resultado de dicha pesquisa habla del lamentable estado espiritual de una nación nacida sobre bases cristianas. Me vienen a la mente las palabras del evangelista internacional Josué Yrion, a quien escuché disertar hace un tiempo atrás acerca de este tema.
Entonces decía que si todavía el Señor sostiene con Su misericordia a los Estados Unidos, es debido a la cantidad de misioneros que a lo largo de los siglos han salido de aquí para evangelizar otras partes del mundo, y aun la manutención de miles de personas que cumplen el mandamiento divino en los diversos puntos cardinales del planeta. También por el irrestricto apoyo a Israel, el pueblo escogido de Dios.
El resultado del mencionado sondeo es la lógica respuesta a acciones conscientes y con un propósito definido, que a través de los años se han ido llevando a cabo en el país más poderoso del orbe. He ahí, por ejemplo, la expulsión de las oraciones y los estudios bíblicos de las escuelas, algo que otrora era parte intrínseca de la formación del estadounidense.
Los que prefieren a Obama antes que a Cristo, son los mismos que aprueban el criminal acto del aborto; o los que aplaudieron cuando en un complaciente guiño a la comunidad gay con la que se siente comprometido, el hombre mas popular de la actualidad invitó a un pastor declarado públicamente homosexual a participar en su toma de posesión; o los que les importa poco que algunos de los escogidos para el gabinete presidencial hayan tenido que dimitir por irregularidades en el pago de impuestos y otros que se mantienen confronten similar situación.
Norteamérica juega a no darse cuenta que el galopante deterioro social, el aumento de la criminalidad, la multiplicación de los ladrones de guantes blancos, la pérdida de hegemonía internacional, las manifestaciones xenofóbicas, la inseguridad ciudadana, la intolerancia y un largo etcétera, resultan de poner a Dios a un lado, como si fuera un objeto ornamental que movemos a nuestro antojo.
Valga recordar lo que dice la Biblia en Jeremías 17:5-6: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada”.

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