Su primera habitación fue el establo de un bullicioso mesón, y Su primera cuna el pesebre donde comían los animales. El Rey de reyes y Señor de señores vino al mundo como el más pobre de los hombres. Sin embargo, Su nacimiento estuvo acompañado por señales en el cielo, alarma en Jerusalén, y celebración en Belén. La Palabra da testimonio de que una estrella nunca antes vista, brilló sobre el cielo de Belén, y atrajo la atención de los que observaban en espera de una señal. Guiados por la inusual luz, magos del oriente llegaron a Jerusalén indagando por el Rey de los judíos, y alarmaron al rey Herodes, quien sintió temblar las columnas de su reino: he ahí “la simiente de la mujer” que le aplastaría la cabeza. Pero en Belén había una fiesta especial. Más allá del ruido del mesón y de las calles, por la multitud llegada de todas partes de Israel para ser censada, unos pastores de ovejas, en las afueras de la ciudad, fueron avisados por un ángel, y asistieron a la alabanza entonada por una...
(PROVERBIOS 4:23)