Como Dulce María Loynaz, la más universal de las escritoras cubanas, mi amigo Rafael Vilches Proenza estuvo de cumpleaños este 10 de diciembre. Cuando la autora de Jardín hubiese cumplido 107, el Vilcho llegó a los 44. Mientras el recuerdo de ella sobrevoló el planeta (por miles se cuentan los admiradores de su obra, que no pudo ser opacada a pesar del ostracismo que sufrió a lo largo de gran parte de su vida, y de la censura que la hizo ajena por mucho tiempo para las actuales generaciones), él tal vez se limitó a aceptar el íntimo agasajo de su esposa e hijos, sin bombos ni platillos. Y es que, en jerga popular, ‘el horno no está para galleticas’ para alguien que ha tenido la disloca iniciativa de pensar en Cuba. Las recientes noticias acerca del escritor que nació en un recóndito sitio llamado Las Mil Nueve, no han sido halagüeñas. Sus últimas fotos me impactaron por la delgadez que luce ahora, anormal para alguien cuya complexión física nada tiene que ver con lo quijotesco. Aunque...
(PROVERBIOS 4:23)