Trenton y Edinburg: discretas y silenciosas

Localizadas en el condado de Grundy, Missouri, a dos horas al norte de Kansas City, Edinburg y Trenton son dos pequeñas ciudades del medio oeste americano, rodeadas de extensos campos de cultivo y pastoreo. Fundadas en 1851 y 1857, respectivamente, su crecimiento no fue muy grande, trascendiendo hasta hoy como lugares donde las actividades fundamentales están relacionadas con la agricultura y la ganadería.

Cuenta la historia que la compañía de ferrocarriles The Chicago & Southwestern Railroad preveía extender sus líneas por Edinburg, donde pondría una estación. Pero ante la negativa de sus pobladores, que atribuían al medio de transporte cualidades maléficas, decidió favorecer a Trenton.
En 1869 fue inaugurado el ferrocarril en esta localidad, con poco más de seis mil habitantes hoy día. Esto trajo consigo que muchas de las instituciones que ya habían sido fundadas en Edinburg se mudaran a ella, posibilitándole un mayor crecimiento.
Apacibles y tocadas con un halo de persistencia ante el paso del tiempo, tanto una como otra poseen la belleza de la soledad y lo añejo. Sus alrededores traen a la memoria el oeste legendario, ese que nos ha llegado idealizado a través de la literatura y la cinematografía.


Las calles que desembocan en la campiña o el bosque, señalizadas como en la más populosas urbes y enlodadas después de la nevada; algunas edificaciones derruidas, sostenidas solamente por el recuerdo de acontecimientos pretéritos; el persistente ladrido de perros que no admiten visitantes, fue el Edinburg de un atardecer que sembró en mi alma la inolvidable sensación de la tristeza.

Trenton, aunque más pulcra y acaso civilizada, tampoco me permitió ver el rostro de sus habitantes, envueltos quizá en el bucolismo que se cierne sobre ese ámbito, donde los vetustos edificios de ladrillos distribuidos en una atractiva decoración no logran eludir el peso de lo discreto y lo silencioso.

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