Obama, ¿la esperanza?

EL PRIMER PRESIDENTE AFROAMERICANO DE ESTADOS UNIDOS COMENZARA SU GOBIERNO EN MEDIO DE UN ESCENARIO CAOTICO, ¿TENDRA LA DESTREZA PARA LLEVAR EL NAVIO A BUEN PUERTO?


Como una serpiente que se despoja sinuosamente de su vieja y dañada piel, el mundo cambia de vestidura. Es un proceso iniciado hace mucho tiempo, pero que en el presente se encuentra, quizá, en su momento paradigmático. No solo son los cambios climáticos, a los que nos adaptamos con asombrosa facilidad; los sistemas, las sociedades, están volcados a esas transformaciones que de la noche a la mañana pulverizan estereotipos a la vez que levantan otros.
Viéndolo así, no tiene por qué asombrarnos que Estados Unidos se prepare para envestir por primera vez a un afroamericano como presidente del país. Parecía que todavía no estábamos preparados para ello; sin embargo, la abrumadora victoria de Barack Obama el 4 de noviembre echó por tierra toda especulación: más que dejarse seducir por la fantasía de un cambio, Norteamérica lo pide a gritos, de ahí la masividad en una votación cuyos resultados no dejaron la mínima duda.
La espigada y ya familiar figura del súper mediático político, se convirtió en las urnas en el símbolo de la esperanza de millones de personas tanto dentro como fuera de la nación. Valga recordar que no solo los ciudadanos con derecho al voto apostaron por él, su campaña fue apoyada por muchos pertenecientes a minorías étnicas que esperan leyes favorables.
Y qué decir de los presidentes de otros países que se apresuraron a felicitarlo en declaraciones públicas donde traslucían los anhelos por relaciones beneficiosas. Incluso el venezolano Hugo Chávez y el iraní Mahmud Ahmadineyad, se anotaron en la lista, a pesar de sus fanfarronadas. Relación a la que se sumó a última hora con mojigata pedantería el cubano Raúl Castro.
Calificado al mismo tiempo con epítetos mesiánicos y de anticristo, tildado de traicionero a sus raíces religiosas y de siervo de los blancos, mirado con recelo por los racistas radicales ya sean de orígenes afros o anglosajones, Obama ha dado muestras hasta el momento que su disposición de impactar la historia universal no se limita al hecho de ser el primer negro en ocupar la Casa Blanca.
Su experiencia política no tan vasta, uno de los puntos que sus rivales a las elecciones señalaron de continuo, es suplida por una sabiduría que parece más la de un zorro viejo que la de un tierno y prometedor leoncillo. Para demostrarlo está el gabinete presidencial, integrado por avezadas personalidades de la política norteamericana, que ha hecho expresar a más de un analista que lejos de rodearse de palomas, se ha escoltado por experimentadas águilas.
Pero a pesar de tener una biografía con aires románticos, casi digna de una película hollywoodense, el descendiente de keniano y norteamericana subirá al trono en una época nada romántica. El escenario nacional y mundial que hereda después de ocho años de mandato republicano, es comparable con uno de esos hornos donde el hierro se funde y fluye con la agilidad del agua.
La crisis que parece terminará por derribar todas las torres de poder económico e implantará relaciones nuevas, las prolongadas guerras en Afganistán e Irak, el establecimiento y fortalecimiento de pactos entre países rivales, la implantación de gobiernos con tendencias izquierdistas en Latinoamérica cual reminiscencia de los ideales revolucionarios de los sesentas, el acrecentamiento de la pobreza y el hambre en las naciones tercermundistas, el aumento del terrorismo y el narcotráfico a pesar de la lucha en su contra, la migración ilegal y los indocumentados, son algunas de las páginas del grueso álbum que Obama encontrará sobre la mesa presidencial.
Y a todo lo anterior se unen las predicciones de que Estados Unidos perderá o verá debilitada su hegemonía internacional, algo que dicho de manera sencilla parece poco trascendente, pero que tendrá un impacto tal vez más violento que la caída del imperio romano.
¿Cómo procederá el nuevo mandatario ante la caótica situación? Ahora le corresponde pasar de las promesas a los hechos, ante él tiene cuatro años para demostrar que además de ser buen orador, poseer excelentes dotes histriónicas, y ser dueño de una agradable sonrisa, es capaz de capitanear el navío en medio de un huracán de máxima categoría. De su destreza depende la integridad del país y el mantenimiento de la correlación de las fuerzas internacionales a nuestro favor.

Comentarios

  1. Hola Carlos. Me da un gusto infinito verte escribiendo... opinando... de cierto modo retornando a la vida. Un abrazo fuerte.

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